miércoles, 21 de octubre de 2009

SIN HALLAR UN LUGAR DONDE MORIR


Recuerdo en silencio
los sábados en casa de tus padres;
la piedad que tuve con los tuyos.
Pero amada mía,
tengo que hacerte una pregunta:
¿Me amaste alguna vez?

La pasión que sentí esa tarde en que nos besamos;
una mirada fue suficiente para indicar el flechazo.
Nos besamos, hasta unir vuestros labios.
Nos tocamos, hasta transformarnos en una misma materia divina,
qué jamás imagine que se iba a quebrantar.

Ahora te has ido
dejaste mi vida sin sentido,
sin rumbo a donde ir,
y no encuentro un lugar donde morir.